miércoles, 29 de febrero de 2012

LA SEÑAL ESTÁ DELANTE DE NOSOTROS

Lucas 11, 29-32

Y si nos dieran otra señal seguiríamos pidiendo más señales, porque cuando nuestros ojos se vuelven ciegos nada pueden ver. Y si se les trata de curar, se niegan a dejarse curar porque quieren seguir siendo ciegos.

No hay más señales, porque como Jonás, Jesús es la Única y gran señal que, con su Muerte y Resurrección, nos salva de permanecer eternamente muertos, sin vida y sin gozo. Ocurre como los de Emaús que, a pesar de oír que el sepulcro está vacío y que Pedro así lo encontró, nosotros también nos vamos aturdidos, confusos y negados a la evidencia de que Jesús, el Señor, ha Resucitado.

Ante el camino de conversión que se nos presenta delante, la Cuaresma, no terminamos por decidirnos a recorrerlo en clave de arrepentimiento y sacrificios para disponernos a estar preparados y fortalecidos en la prueba de, negándonos, entregarnos en servicio a los otros. No nos decidimos. Sentimos miedo, apegos, comodidades... y dudamos.

Nuestra confianza se tambalea y se desploma. Nos agarramos a esta vida y a este mundo. Nos parece que la felicidad está aquí, y nos resistimos a morir a nosotros mismos, porque no nos convence darnos y entregarnos a los demás. Pero, no desesperemos porque ese es el camino que, por nuestra debilidad, todos emprendemos y queremos aunque sintamos que no es el verdadero. Nadie ha escapado a eso.

Tengamos confianza y no dejemos de luchar. El Espíritu Santo está con nosotros y a Él, sin miedos, agarrémonos. Aunque todo lo veamos perdido como Jonás, tengamos la confianza de que llegaremos a puerto y seremos puestos a salvo. Sigamos el camino cuaresmal a pesar de las dificultades. La Pascua nos espera.

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