domingo, 26 de febrero de 2012

CONDUCIDO POR EL ESPÍRITU

(Marcos 1,12-15). Jesús, lleno del Espíritu Santo, se volvió del Jordán, y fue llevado por el ...
Un encuentro presupone una reflexión y meditación, pues el encuentro exige un cambio de actitud y una entrega consecuente y responsable. No es el desierto un lugar desolado ni de sufrimiento, sino un espacio de silencio y meditación donde la respuesta a la llamada madura una decisión. Sin encuentro no hay camino ni respuesta.

Jesús acude en busca de su propio desierto tras oír la llamada de su Padre del Cielo. Le ha señalado como su Hijo predilecto en el que tiene puesta toda su complacencia. Y Jesús, que toma conciencia de ello, se retira a meditar y a prepararse. Camino que nosotros también tenemos y debemos, si queremos encontrarnos con nuestro Padre Dios, recorrer en ÉL para tratar de responder. Ese es el camino cuaresmal.

Jesús lo recorrió sufriendo todo lo que todos los hombres sufren. No se excluyo en nada, sino en el pecado, pero aceptó y asumió todo lo demás, tentaciones incluidas. Se rebajó toda condición divina, y encarnado en naturaleza humana, actuó como cualquier hombre.

En el retiro de su meditación nos enseña a superar las tentaciones, a luchar contra el mundo y contra el tentador. Porque siempre tendremos un tentador que nos tratará de confundir, de llevarnos a la duda, al placer, a la individualidad e independencia... Y si nos coge solos y desligado del Espíritu, nos vencerá. Por eso, el desierto es el tiempo de la oración, de la unión y fortaleza en el Espíritu Santo, para que con, en y por Él nunca seamos vencidos.

Jesús se deja llevar por el Espíritu Santo que lo conduce a la meditación profunda alejado de todo ruido, de toda distracción (desierto) para responder al compromiso de la elección que el Padre ha hecho. Más tarde le dirá que pase este cáliz de mí, pero inmediatamente responderá aceptando su Voluntad, porque para eso ha bajado del Cielo.

Se ha marchado de la Casa del Padre, se despojará y dará todo lo que tiene para, sin nada, empobrecido y hecho una piltrafa en la Cruz, entregar su vida, por cada uno de nosotros y pagar por nuestros pecados. Esa es la lección que tenemos que aprender, porque retirados de la Casa del Padre por nuestro pecado original, debemos empezar el camino de regreso, y eso puede llamarse "camino cuaresmal".

Sólo nos queda, o nos viene bien, el preguntarnos: ¿Me dejo yo conducir también por donde el Espíritu me sugiere? Este tiempo de cuaresma nos puede ayudar a encontrar respuestas que desvelen nuestras intenciones (ver aquí).

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