viernes, 13 de enero de 2012

Y HOY ME SIGUE PERDONANDO MIS PECADOS

(Mc 2,1-12) ENTONCES LE DIJO AL PARALÍTICO -CONTIGO HABLO:

No es algo que ocurrió hace ya mucho tiempo, es algo que ocurre todos los días, el miércoles me ocurrió a mí, mis pecados me fueron perdonados en el sacramento de la penitencia. El SEÑOR nos perdona lo que nos puede perder para siempre, los pecados, porque no es la muerte del cuerpo lo más importante, sino la del alma.

Por eso, al SEÑOR es lo que más le preocupa, y viendo a aquel hombre que le ponen delante, lo primero que hace es perdonarle sus pecados. No nos asombre la reacción que tuvieron aquellos testigos presenciales ante la respuesta de JESÚS, porque muchos hoy hacen lo mismo ante la propuesta y el ofrecimiento de perdonarles sus pecados. 

Prefieren la cura del cuerpo antes que la del alma, y valoran el poder de perdonar los pecados si, primero, les cura la enfermedad. Es decir, vamos buscando primero los bienes materiales, y en conseguirlos ponemos nuestra felicidad. Luego, ocurre que con el paso del tiempo observamos que no es así, el cuerpo envejece, se estropea, se debilita y enferma, y amenaza con quedar destruido. 

Importa más salvar el alma, esa alma que está herida por el pecado, y para que sea eterna y gozosa necesita estar pura, limpia y blanca como el agua cristalina que baja por la cascada. Claro, por nuestra terquedad, JESÚS nos sana el cuerpo, como en esta ocasión hace con el paralítico para manifestar su poder y su divinidad. Lo hace para que creamos, pero al parecer para muchos ni eso basta. Pronto se olvidan, como les ocurrió a aquellos leprosos.

Tengamos la actitud y la capacidad de asombro, y dejémonos llevar por el ESPÍRITU SANTO que nos ofrece el camino del arrepentimiento y el perdón. Seamos capaces de aceptar la Misericordia que el SEÑOR nos ofrece, y tengamos la humildad de abajarnos y vernos tal cual somos, pequeños y pobres. Gracias, SEÑOR por tu Misericordia y perdón.

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