sábado, 21 de enero de 2012

NO LO DEJABAN NI COMER


Acudían a ÉL tanta gente que no le dejaban ni comer, dice el Evangelio. Y hoy también sigue pasando lo mismo, sólo tienes que ponerte en la puerta de una iglesia para observar que entra mucha gente, gente que luego hace su propia vida, la que ellos programan y les interesa.

Son muchos los que lo visitan, pero pocos los que le siguen en el esfuerzo de cumplir sus mandatos y su mensaje. ¿Hago yo lo mismo? Podría ser mi pregunta de hoy. Porque cuando me siento agobiado, y ante los comentarios de los demás, precisamente los más allegados, me siento desfallecer y dudo de mí mismo.

JESÚS fue criticado por sus mismo parientes. Nadie es profeta en su tierra, y es allí donde más es rechazado, criticado y tomado como un fuera de sus cabales. Igual nos puede pasar a nosotros. Muchas veces nos inhibimos por lo que dirán, porque nos parece que si servimos de forma entregada nos van a tomar por idiotas o locos.

También nos puede pasar, y de hecho nos pasa que, lo que viene de nuestro ambiente, de nuestra propia parroquia, comunidad, no lo acogemos con actitud de escucha, de atención, y no le damos valor. La palabra cercana a nosotros no tiene valor, ni dejamos que nos alumbre. Hacemos verdadero lo del profeta en su tierra, y quizás esa palabra está guiada por el ESPÍRITU SANTO y la rechazamos.

Sería bueno preguntarnos, ¿qué quieres, SEÑOR de mí?, y pensar que quizás por ese que está a tu lado, el ESPÍRITU, quiere hablarte. Y también, otra pregunta, ¿cómo puedo yo servir mejor a los demás? Pues quizás tratando de escuchar y valorar mejor tanto a los que están cerca como algo más lejos.

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