jueves, 12 de enero de 2012

¿CREO QUE PUEDE LIMPIARME?

Mc 1,40-45, ¡Qué grande fe la de este pobre...

Porque detrás de muchos de nuestros actos no hay un convencimiento firme y confiado, sino una prevención de que pueda ser verdad o de dejar una puerta abierta por si acaso. Y es obvio reconocerlo, porque cuando se cree en algo, se empeña uno hasta los ojos, incluso hasta la última gota de nuestra sangre. Y eso, como tiene que ser, lo hizo JESÚS.

Esta reflexión puede servirnos para, reconociendo lo ya comentado, confiar en que seremos siempre perdonados. JESÚS vino para eso. No vino a condenarnos, pues no haría falta, pues ya estábamos condenados, ¡y muy bien condenados! JESÚS vino para perdonarnos, para tomar todos nuestros pecados, pues es lo único que no tiene ni puede tener, y purificarnos con una entrega de muerte hasta la Cruz.

Pero necesita nuestra confianza, nuestro firme sí para convertirnos de agua contaminada a buen vino puro y verdadero. Es el caso del leproso que nos habla el Evangelio de hoy. Creyó porque JESÚS se compadeció de él y sanó su lepra. Pero le advirtió severamente que no dijera nada a nadie. 

JESÚS, humildemente pienso que no quería que se le conociera sólo por su poder de sanar. El resultado fue que más tarde tuvo que huir de la multitud que se agolpaba a su alrededor hasta el punto de sólo buscar el interés material de ser sanados.

JESÚS cuenta con nosotros, quiere nuestra confianza y nuestra fe, y sólo una palabra que le digamos bastará para quedarnos limpios, limpios de la lepra de nuestras apegos, de nuestras comodidades, de nuestros intereses materiales, de nuestras envidias, de nuestras ansías de prestigio, vanidades, soberbia, orgullo, suficiencia, egoísmos.
Tengamos confianza en que ÉL puede y quiere curarnos. Depende de nosotros, pero no como a nosotros nos gustaría o nos parezca que debe hacerlo. Confía solamente, ten fe y paciencia, y espera a que ÉL lo haga como le plazca. Seguro que será de la mejor forma para cada uno de nosotros.

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