domingo, 18 de diciembre de 2011

MARÍA, LA HUMILDE

(Lc 1,26-38)

La inclinación del ser humano es arrimarse al más indefenso, algo así como ponerse del lado del más débil. Nos sentimos inclinado a eso, no nos cae bien la arrogancia, la prepotencia, la suficiencia. Nos atrae lo sencillo y a la vez humilde. Es algo que palpita dentro de nosotros y sale de lo más profundo de nuestro corazón.

DIOS nos ha hecho así, y así ha querido manifestarse ÉL. Podría haberlo hecho de otra forma más llamativa, más poderosa. Podría haber nacido en una familia notable, rica e influyente. Podría haber nacido ya famoso y con poder... Pero quiso nacer humildemente, pobre y sin que se notara, y así lo preferimos nosotros, porque pensamos igual.

Y María podría haberse negado a participar de esa forma, en la pobreza, en la sencillez y sin hacer ruido, pero nos da ejemplo y nos proclama con su "SÍ" la salvación y la venida del HIJO de DIOS. Ella escucha la palabra, la interioriza y le da cumplimiento. Para nosotros es un ejemplo y un testimonio que nos invita a hacer lo mismo.

Celebrar Navidad es interiorizar la Palabra que nos invita a abrir nuestro corazón a la Voluntad del PADRE, que se hace hombre como nosotros para que podamos entenderle, y toma nuestro mismo camino para desde ahí llevarnos al PADRE.

Vivir la Navidad es vivir con sencillez y humildad la vida de la Gracia, y esa no es otra que tratar de estar atento al servicio de los demás. Un servicio en silencio, en humildad, en actitud de vivir en la verdad y en la paciencia cumpliendo con nuestras reponsabilidades  sabiéndonos mirados y cuidados por nuestro PADRE del Cielo.

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