sábado, 3 de diciembre de 2011

LA TEMPORALIDAD DE LOS BIENES TERRENALES

Mt 9,35—10,1.6-8
Debería ser fácil mover a las personas hacia la inquietud de buscar el Reino de DIOS. Entre otras cosas porque queramos o no estamos hechos para caminar hacia allí. Sin embargo, la realidad es que no resulta nada fácil, es más, resulta enormemente difícil y complicado.

Hoy, festividad de San Francisco Javier, el Evangelio nos exhorta a proclamar el reino de los cielos: «Dirigíos más bien a las ovejas perdidas de la casa de Israel. Id proclamando que el Reino de los Cielos está cerca. Curad enfermos, resucitad muertos, purificad leprosos, expulsad demonios. Gratis lo recibisteis; dadlo gratis».

Creo firmemente en esto, no porque sea fácil de creerlo, sino porque es Palabra de JESÚS, EL HIJO de DIOS hecho Hombre. Y si no lo hacemos es porque verdaderamente no estamos convencidos, o porque los planes del SEÑOR en estos momentos no van por ahí. Su Reino ya está consolidado en su Iglesia, toca ahora a los hombres creer en ella para encontrarlo. Verdaderamente en la Iglesia hay mucho de esto y se curan enfermos, resucitan muertos, purifican leprosos, expulsan demonios.

Sólo hay que abrir los ojos para advertir que esto sucede en el ámbito de nuestra Madre la Iglesia. Pero, como ocurrió con San Francisco Javier, basta el pararnos unos momentos y reflexionar sobre la temporalidad de los bienes y tesoros que podemos encontrar aquí abajo, reflexión a la que le indujo su amigo Iñigo de Loyola, para bastarnos el despertar nuestra sed y hambre de buscar al SEÑOR.

Nada de lo que aquí podamos encontrar satisfará nuestro ambicioso apetito, porque nuestra mayor ambición es alcanzar la felicidad eterna, y esa no se encuentra entre los tesoros de la tierra, sino que mora en DIOS nuestro PADRE y SEÑOR. Lograr que te pares un tiempo breve y reflexiones seriamente sobre esto, descubrirá lo ciegos que vas por el mundo.

Es esa la dificultad, lograr pararnos unos
momentos en nuestra vida y
reflexionar sobre el
camino que
buscamos.

¿Cómo decir esto a los hombres? No
sabemos y por eso, SEÑOR,
te pedimos hoy que
nos ilumines y
nos llenes 
de sabiduría.

Lo hacemos por intercesión de San Francisco
Javier, para que, como él, tengamos
la valentía de hablar a los
 hombres de TI. Amén.

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