domingo, 11 de diciembre de 2011

HAY RAZONES PARA ESTAR ALEGRES

Jn 1,6-8.19-28)

Hermanos: "Estén siempre alegres", dice san Pablo en la segunda lectura (1º Tesalonicenses) del Evangelio, y no es para menos, porque el experimentar estar salvado eternamente es motivo para permanecer alegres siempre.

Una alegría que no nace de la superficialidad que provoca una situación cómica y desemboca en una carcajada espontánea y gozosa, sino la alegría que se cuece en lo más profundo de nuestro corazón y nos llena de paz serena, equilibrada y amorosa. Y que nos inunda de amor y de libertad al sabernos libres y salvados de todo peligro.

La alegría de sabernos amados, protegidos, liberados de toda pérdida (parábola de la oveja perdida) y perdonados de todas nuestras miserias, limitaciones y pecados por la Misericordia de ese Niño que se prepara para que nacer en nuestros corazones. Abrirles las puertas de nuestro corazón es preparar su venida.

Juan Bautista nos propone eso, se identifica con la voz que proclama en el desierto y que nos invita a allanar nuestros caminos, a abajarnos y nivelarnos para equipararnos a la dignidad a la que somos llamados: "Hijos de DIOS".

Él no es la LUZ sino, simplemente, testigo de la LUZ. Detrás de mí, nos dice, viene Otro, al que no soy digno de desatar la correa de la sandalia. Yo les bautizo con agua, pero ÉL les bautizará con fuego y ESPÍRITU.

Ser testigo, como nos dice Juan, implica conocer a Aquel de quien damos testimonio, porque no somos nosotros la verdad, sino que damos testigo de la Verdad, y para darlo necesitamos conocer y estar convencido de la Verdad. Por eso, Juan, porque estaba convencido daba testigo de la verdadera Verdad. ¿Estamos nosotros confiados en ÉL para dar testimonio de ÉL? ¿Le conocemos para verdaderamente proclamarlo?

Te pido, SEÑOR, paz, sabiduría y fortaleza, 
para, permaneciendo en TI, llevarte
y proclamarte a los demás
siendo tu testigo, 
como hizo Juan. Amén.

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