miércoles, 2 de noviembre de 2011

EN LA HORA DE NUESTRA MUERTE...

Lucas 23:39-43

Todos morimos solos, incluso cuando morimos rodeados de las personas a quienes amamos. Nadie puede compartir nuestra muerte con nosotros, ni acompañarnos a donde vamos. Sólo el SEÑOR, que murió y Resucitó puede estar y acompañarnos.

La muerte es la hora más gloriosa de nuestra vida, porque es el momento que dejamos de padecer y de estar sometidos a las pasiones que nos esclavizan. Es la hora de la libertad absoluta y del gozo eterno. Es la hora del encuentro con el SEÑOR y de, por su Misericordia, permanecer en su presencia eternamente feliz.

Por eso, nuestra vida, lo más importante de este mundo, se convierte en el mayor tesoro cuando descubrimos que la podemos conservar para siempre si permanecemos en JESÚS.

Abre nuestros ojos, SEÑOR, y despierta en nosotros la 
inquietud de buscarte y descansar en TI.
Porque queremos vivir eternamente y, sólo en TI 
podemos alcanzar vida eterna. Amén.

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