Otra cosa bien distinta es que, yo quiera tenerla y me empeñe en pedirla y en poner toda mi voluntad, que si puedo dominar, al servicio del empeño de creer. Tengo que confiar que nuestro PADRE DIOS, Bondad y Misericordia Infinita, me la dará en la medida que yo la quiera aceptar y recibir.
Creo que fue lo que pasó con el Centurión del Evangelio. El pensó que JESÚS podía sanar a su siervo, y no sólo lo pensó, sino que su fe en ello le hizo moverse y enviar, porque no se consideraba digno de pedir ese favor, era extranjero y pensaba no tener derecho a merecer nada, a una misiva a pedirle que sanara a su siervo.
Incluso, su osada fe le llevó a pedirle que sólo con unas palabras bastaría para sanarlo, porque se decía: Yo que soy un subalterno tengo siervos que les digo hagan esto, y lo hacen, cuanto más, podía hacer ese JESÚS del que había oído grandes prodigios. Verdaderamente, aquel Centurión había tomado conciencia de que se trataba de Alguien diferente, del SEÑOR de la Vida y la Muerte, del HIJO de DIOS.
Y eso, como ocurrió con Pedro, no es cosa de los hombres, sino de un don que DIOS da al hombre que limpiamente se pone en sus Manos. En estos momentos recuerdo y pienso en los niños. Esos niños tan puros y limpios que creen todo lo que sus padres les dicen, y lo creen tan confiados y seguros que lo hacen. Algo así creo que debe ocurrir con nuestro PADRE DIOS.
DIOS mío, aumenta mi fe y aparta de mí todo deseo
razonador y científico que me incita a sólo
creer lo que veo.
Dame la sencillez de los niños y la confianza de
dejarme guiar y llevar por tu Palabra, y,
como el Centurión, que no me
pregunte el cómo, sino
que confíe en que
una Palabra tuya
bastará para sanarme. Amén.
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Compartir es esforzarnos en conocernos, y conociéndonos podemos querernos un poco más.
Tu comentario se hace importante y necesario.