domingo, 18 de septiembre de 2011

BUSCAR LOS ÚLTIMOS PUESTOS (Mt 20, 1-16)

DIMAS EL BUEN LADRÓN
La imagen y conversión de Dimas, el buen ladrón, nos sirve de testimonio y ejemplo para darnos cuenta que con el SEÑOR no cuenta el tiempo ni los méritos de nuestro trabajo, sino la intención más profunda de nuestro corazón. En los últimos momentos de su vida, San Dimas, alcanzó la dicha de estar junto a JESÚS ese mismo día, después de su muerte. Esa fue la promesa de JESÚS: "en verdad te digo que hoy mismo estarás conmigo en el paraíso".

 Reflexionando desde este pasaje evangélico observamos que los criterios de JESÚS non son los criterios de los hombres. El SEÑOR no mira nuestro trabajo ni el tiempo empleado, sino nuestra actitud y nuestra recta intención. Puede ser sólo un gesto lo que haga que, por la Misericordia y Bondad del SEÑOR, recibamos su Perdón y su Gracia.

Aquellas palabras del Centurión fueron suficiente para conmover a JESÚS hasta el punto de sorprenderlo y concederle la curación de su siervo. Lo mismo nos dice ahora, hoy en el Evangelio, sobre el pago a los obreros convocados a trabajar en la viña. Paga lo mismo a los últimos como a los primeros. Lo importante es responder a la convocatoria, no la hora o el tiempo del trabajo. Se trata de acudir a la llamada del SEÑOR y aceptar su Palabra y el trabajo convenido y señalado.

Por eso siempre hay tiempo, porque siempre estamos siendo llamados. Quizás ahora, tú que lees estas humildes palabras puedas sentirte llamado a empezar tu obra, tu trabajo, tu llamada a la viña del SEÑOR para empezar tu propia faena. Llegará el día de tu paga y serás recompensado como el primero. Sea el tiempo que sea, la hora que sea, el trabajo que sea. San Dimas, ejemplo de los últimos, nos aclara como paga el SEÑOR.

 Dame SEÑOR la sabiduría de acudir a tu llamada y
responder al trabajo que TÚ me encomiendes.
Que esté atento a tu convocatoria y no
me distraiga con los ruidos de este
mundo. Y que sepa entender y
conformarme con tu paga,
porque lo que TÚ me
 des, es lo que me merezco. Amén.

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