jueves, 16 de junio de 2011

CONVERSIÓN ES ALCANZAR EL PERDÓN (Mt 6, 7-15)


Ninguno de mis actos, por mucho amor que puedan contener, tendrán sentido si no soy capaz de perdonar a los demás en la misma medida que me perdonan a mí. Porque si yo acepto que otros me perdonen, pero yo no perdono, estoy proclamando mi superioridad y favores, mis desigualdades, mis privilegios y diferencias con los otros. 

Ser amado y no amar es descubrir dentro de mí la soberbia de exigir derechos, favores, mimos y diferencias que me señalan como egoísta e infantil, estancado en mis primeros años en que lo necesitaba todo. Ser amado implica la capacidad de devolver ese amor de forma voluntaria y libre. No exigido sino dado como inercia de que al dar recibes más todavía.

Ser perdonado y no perdonar significa que todavía no hemos madurado en ese amor libre y voluntario de darme en gozo y generosidad. Ser perdonado y no perdonar es considerarme con derechos pero no con deberes. Ser perdonado y no ser capaz de perdonar es excluirme de los humildes y de los pobres, es excluirme de los necesitados de perdón y, por tanto, considerarme con mérito para ser perdonado, pero no para perdonar.

Ser perdonado, pero no perdonar es realizarme como mal hijo, pues siendo perdonado por sus padres no es capaz de perdonar a sus hermanos. Se experimenta como hijo con derechos, cuando todo le ha sido dado, y no como hermano del mismo PADRE, del que todo lo hemos recibido gratuitamente.

Asistir perplejos al perdón de quien, habiéndomelo dado todo gratuitamente, me perdona, a pesar de mi mala administración, desprecio y olvido, entregándose a una muerte de Cruz y abandono, suscita en mí que devuelva lo recibido de la misma forma a los demás, es decir, perdonando.

Ayúdame, PADRE, al perdonar como TÚ perdonas,
que siendo TÚ Dueño y Señor de mi vida,
aceptas mi indiferencia, mi egoísmo
y mi soberbia. Amén.

1 comentario:

  1. Ayúdame, PADRE, al perdonar como TÚ perdonas,
    que siendo TÚ Dueño y Señor de mi vida,
    aceptas mi indiferencia, mi egoísmo
    y mi soberbia. Amén.

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