martes, 31 de mayo de 2011

EL DON DE LA MATERNIDAD (Lc 1, 39-56)

En aquellos días,María partió y fue sin...

Más que nunca, el don de ser madre, está amenazado porque al parecer está en boga el no serlo. La cultura de la época que vivimos, "hedonista e irresponsable respecto a la sexualidad, presupone un concepto egoísta de la libertad que ve en la procreación un obstáculo al desarrollo de la propia personalidad" (Juan Pablo II). 

Hoy, ser madre es un lastre que te reclama darte y ofrecerte, por amor, a entregarte por entero a la educación y el cuidado de tu hijo. Sin embargo, el hecho propio de la maternidad como también la paternidad, son fuente de felicidad y de vocación a la que el ser humano, por mucho que quiera mirar para otro lado, no puede eludir ni evitar.

El aborto, amenaza y crimen, que convierte en un peligro la vida de cada niño nacido en el vientre de su madre, es la mayor aberración que, a diario, el ser humano está cometiendo. Porque el amor entre dos personas, hombre y mujer, tiene como fruto verdadero la vida del ser engendrado que les reclama su amor. Cuando este diálogo amoroso se convierte en simple intercambio sexual y placentero, marcado por el egoísmo, se desecha el fruto resultante porque su cultivo no está marcado por el amor verdadero.

Miremos a María, la agradecida de DIOS, que, con prontitud y esmero, llena de alegría acude solicita a servir a su prima Isabel, que, tocada por la Gracia, irrumpe en bendición el fruto del seno de María, la Madre de DIOS. 

DIOS mío, ilumínanos para que sepamos que cada
niño nacido en el vientre de su madre es una
nueva vida a la vida de la Gracia, y una
nueva vocación a la que debemos
de acompañar y cuidar.

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