sábado, 30 de abril de 2011

SEGUIMOS IGUAL DE INCRÉDULOS (Mc 16, 9-15)


Nos cuesta mucho convencernos de algo que nos interpela y nos exige un cambio radical. Un cambio radical interiormente que repercute en nuestras actitudes y actos exteriores, vamos, que incide totalmente en nuestros comportamientos y, por supuesto, en nuestra vida. 

Porque de aquello que no nos afecta, no nos cuesta mucho creerlo. Total, decimos, a mi no me va a afectar para nada, por lo tanto, si es, es, y si no es, no es. Pero cuando se trata de dar un cambio radical a nuestra vida, la cuestión es diferente. Ahí las exigencias son más duras y aceptar la realidad se nos hace mucho más oscuro de ver.

Eso lo hemos experimentado todos, y seguimos experimentándolo. Y, para los Apóstoles, fue igual de difícil. No creyeron a las mujeres, pues sus palabras no tenían a penas valor ni ninguna credibilidad. Ni incluso viniendo enviadas por JESÚS. Incluso, esa dificultad que nos señala y exige el cambio interior, nos ciega para tampoco creer a los de Emaús. Somos duro de mollera cuando se trata de algo que nos exige desprendernos, desapegos y morir a nuestros propios intereses y egoísmos.

Hasta no comprobarlo por sí mismos no fueron capaces de creer. Y eso, ahora, hoy, nos ocurre también a nosotros. Nos cuesta creerle a ellos, los Apóstoles. Su testimonio no lo aceptamos tan fácilmente, y hasta no tener una experiencia personal de encuentro con JESÚS no lo aceptamos. Necesitamos la experiencia, en la necesidad e impotencia, de vernos necesitado de su ayuda, de su liberación, de su paciencia, de sentirnos sus hijos, para empezar a creernos que sigue entre nosotros y que se nos hace presente en muchos momentos de cada día en nuestra vida.

¿Cuántas cosas que nos suceden a diario están movidas y presentadas por el SEÑOR? ¿Cuántas cosas nos son necesarias para ayudarme a ver, a creer y aceptar que JESÚS vive en mí y ha Resucitado? Las apariciones siguen sucediéndose, también en mi vida. Sólo tengo que tener la mente despierta y atenta. JESÚS se hace presente en mi vida para que meta mis dedos y mano en sus llagas y costado, y viendo, crea en ÉL.

Dame la luz necesaria para ver
tu rostro, SEÑOR. No dejes 
que me aparte de TI.

No me quites tu santo Espíritu,
devuélveme la alegría de
tu salvación. Afianzame
con espíritu generoso y
haz que mi fe
aumente. Amén.

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Compartir es esforzarnos en conocernos, y conociéndonos podemos querernos un poco más.

Tu comentario se hace importante y necesario.