lunes, 4 de abril de 2011

LA DISTANCIA NO ES PROBLEMA (Jn 4, 43-54)

Señor, baja antes de que se muera mi niño.

Una cosa resalta, al menos a mí me llama la atención, en esta Palabra de DIOS. Y es la prontitud y fe puesta en el SEÑOR por este funcionario real. Se pone en camino y confía en que, encontrado el SEÑOR, ÉL puede solucionar el problema de su hijo, su enfermedad.

Y pensado y creído, se pone en camino sin pérdida de tiempo. ¿Cuantas veces salta de nuestros pensamientos nuestra acción y se pone en camino? Pensamos y compartimos muchas cosas, pero no nos la ponemos por obra. La mayoría de nuestras buenas intenciones se quedan en el tintero. Y eso descubre que nuestra fe no es tanta fe, o al menos tiene muchas dudas.

Porque cuando uno piensa que sus problemas tienen solución se pone en camino y busca al que le puede solucionar su problema. ¿Buscamos nosotros la Palabra que nos da la vida eterna? Es más, ¿creemos que esa Palabra nos puede dar la vida eterna? Si deseamos vivir eternamente y felices, ¿buscamos a Aquel que nos lo ha prometido y nos lo ofrece?

Y si realmente no lo hacemos con esa sed como la de la Samaritana, como la luz buscada por el ciego o como el salto y brinco del ciego Bartomeu, es porque en el fondo de nuestro corazón bullen y pensan más las luces caducas de este mundo que el resplandor infinito de la presencia del SEÑOR.

Haz SEÑOR que no deje de buscarte
a pesar de la distancia, a pesar de
mi ceguera y oscuridad.

Haz, SEÑOR que no dude de tu 
Palabra, de tu presencia e 
insista como la samaritana,
como el funcionario real,
como el ciego, y confíe
que TÚ puedes sanarme. Amén.

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