miércoles, 16 de febrero de 2011

VER LA LUZ VERDADERA (Mc 8, 22-26)


Imaginar un mundo a oscura es algo muy triste, sin embargo hay mucha gente invidente que transparentan felicidad y realizan una vida normal con alegría. Son luces y ejemplos para otros que viendo la luz natural no parecen tan alegres como ellos.

Esa reflexión me lleva a entender que hay dos tipos de luz, o, mejor, dos formas de ver la luz. Una de forma directa y natural, la que la mayoría tiene, y otra que, cegado a ella, perciben una luz que llena y da sentido a su vida. Indudablemente que la segunda es más importante, porque aun faltando la primera, la segunda nos llena y le da sentido a tu vida.

Sin embargo, solo con la primera no es suficiente. Puedes apreciar los colores, ver la hermosas vistas que la naturaleza nos ofrece, puedes deleitarte con esa maravilla fotográfica que son nuestros ojo, pero puedes estar cegado para ver la Luz que realmente interesa y la que nunca se apagará. 

Porque hay una luz interior que no necesita de ojos, sino de amor, y con el amor se enciende para ver la verdadera vida que te llena plenamente y te hace feliz eternamente. Es la Luz que proviene de CRISTO al entrar en contacto con ÉL. Es la luz que interesa alcanzar.
Haz, SEÑOR, que busque los acontecimientos
de mi vida mirándolos desde 
la óptica de DIOS.

SEÑOR JESÚS, enciende en mi corazón
la Luz de tu presencia para que se
dispersen las tinieblas de
mi alma. Amén.

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