viernes, 4 de febrero de 2011

EL MUNDO Y SUS APETENCIAS (Mc 6, 14-29)


La fama trae muchas consecuencias, buenas pero también malas. Pero cuando se trata de una fama porque se defiende la verdad proclamada con la Palabra y refrendada con la vida (testimonios y curaciones), las consecuencias suelen ser siempre malas y complicadas.

Malas y complicadas porque molesta que se diga la verdad y se descubra el mal que se hace a otras personas, cuando no a pueblos y países enteros. La verdad clama justicia, pero los que gobiernan sólo reconocen la justicia para los súbditos pero no para ellos. Ellos se atrincheran en el poder y se guardan de ser juzgados. Con ello persiguen hacer todo aquello que se le antoja y apetece.

Tal fue el caso de Herodes que tomó a la mujer de su hermano y que, en su conciencia sabía que estaba mal, pues estimaba y apreciaba a Juan, llamado el Bautista, a pesar de cantarle las cuarenta. Pero cuando uno permanece en la apetencia mala y se somete a ella, queda preso y esclavo y las consecuencias que le siguen claman justicia.

Encadenado de sus propios errores y pecados, Herodes se ve impulsado a hacer lo que no quiere, pero su propia soberbia y orgullo le impiden abajarse y humillarse. Prefiere, cegado por la pasión y el error, seguir adelante y cometer la injusticia del compromiso de su promesa, a la que no estaba obligado, pues se trataba de algo malo y mezquino: "decapitar a Juan el Bautista".

Tal era la estima, el aprecio y respeto que tenía a Juan, que pensó si había resucitado en Aquel personaje del que tanto se hablaba ahora. Su posible remordimiento le hace pensar en algo que luego no cree ni aprecia en JESÚS. Porque la verdad está necesitada de humildad y de sencillez, de hacerse como niño para poder abrirse y creer en ella. Por eso sólo los pobres, que no tienen nada ni nada a que apegarse, son capaces de sentirse libres y acoger la Palabra de JESÚS.

Y es que mientras hayan Herodías, apetencias, ilusiones mundanas del bienestar y del placer como centro de la vida, no se puede descubrir la solidaridad, la generosidad, el sacrificio, el compartir, el amor. Y desde el egoísmo es imposible descubrir el amor.

Por eso, clamo y elevo mi voz, 
PADRE del Cielo, para que
iluminado por el ESPÍRITU SANTO
sea capaz de apreciar que
la Verdad, el Camino y
la Vida eres TÚ. Amén.

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