jueves, 13 de enero de 2011

A LA LUZ DE LA PALABRA (Mc 1, 40-45).


Puestos a pedir seguro que pedimos primero lo material, lo físico antes que lo espiritual. Así el leproso pide que le limpie de la lepra e insiste de forma perseverante hasta que el SEÑOR se compadece y le limpia. Pero, a pesar de nuestra ceguera, nuestra limpieza interior es mucho más importante, porque esa nos salvará eternamente.

Pero se hace más importante oír la voz del SEÑOR más que nuestras súplicas, porque nuestras peticiones siempre van cargadas de nuestra humanidad pecadora, tentada, herida, y sus deseos se inclinan a lo material, lo rápido e inmediato, lo sensorial, la sed y el hambre de nuestros apetitos carnales. Lo espiritual está más escondido, aparece cuando nos hemos hundido en lo sensitivo y carnal, y cuando nos sentimos esclavos, engañados y caducos. Es la experiencia del prodigo, y de cada uno de nosotros.

Por todo ello, nuestra petición debe ir, a pesar de nuestra ignorancia y oscuridad, más al interior de nuestro propio corazón y a entregarnos sin condiciones. A dejar que el ESPÍRITU actúe en nosotros y nos limpie según nuestras necesidades, que ÉL conoce mejor que nosotros. ÉL quiere limpiarnos, pero sólo lo hará si nosotros le escuchamos y le dejamos.

Quiero, SEÑOR, seguirte, 
pero seguirte según tu Voluntad,
no la mía.

Haz que olvidándome de mí
sea capaz de oírte y 
escucharte, y de ponerme
en tus Manos para seguir
tu Camino, no el mío. Amén.

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