domingo, 14 de diciembre de 2008

EL ÚLTIMO HOSPICIO (I)


En correspondencia a mis amigos chilenos María Angélica y Cristian, que me han informado de la figura de Salvador Allende y de su Gobierno y de todas las atrocidades y asesinatos, injusticia, engaños y perjuicios que causó a su pueblo, debo, a parte de agradecerles su información, tratar de difundir la verdad de todos estos personajes que han sido parte importante de un pueblo y se les debe una memoria, sea para bien, o para descubrir su mal hacer y sus hechos.

En este contexto, critiqué en su día, hace muy poco tiempo, la osadía del Gobierno actual de mi país, España, en rechazar una propuesta, concretamente la del Sr. Bono, miembro del Gobierno, en conmemorar el recuerdo de una persona que hizo mucho bien por su pueblo. Me refiero a la tan nombrada Madre Maravillas, que ya creo que, aunque no tenga su placa, está en la memoria y el espíritu de sus paisanos.

Hoy, al hilo de esta reflexión, quiero vivenciar el acontecer de mi época en el contexto del Franquismo. Franquismo tan manoseado y criticado despectivamente e insultante por unos y muy poco defendidos por otros. En aras de la verdad y, al igual que mis amigos chilenos, quiero contribuir a clarificar la imagen de General Franco.

Vaya por delante que mis experiencia, posteriores a mi nacimiento, vividas en el seno familiar no fueron del todo buenas. Mis padres fueron castigados, simplemente por supuestos subjetivos sin ningún fundamento, pues mi padre fue toda su vida un simple trabajador que con su esfuerzo, junto a mi madre, sacó su familia adelante. Hoy todo lo que soy se los debo a ellos y, lo más importante, que sin ser mi casa una casa de oración ni creyentes prácticantes, nadie me impidió, ni me desvió, que mi fe creciera al lado de la Iglesia.

No pretendo hacer una defensa en nombre del Franquismo, ni discutir todos sus errores y atropellos, porque los hubieron inevitablemente cuando se impone una disciplina y un camino desde un único pensamiento, pasa esto, que otros no lo aceptan y, como consecuencia viene el enfrentamiento. Pero sí voy a dar razón de lo que pienso y de lo que viví.

También, hay que descubrir lo que otros hacen, encubiertos por el liderazgo de otros y en provecho propio. Eso les pasó a mis padres, que muchos abusando del régimen se aprovecharon en robarles, así creo que se llama, su trabajo y lo que producían para sus hijos. En cierto sentido soy víctima de esos robos y malos tratos. Sin embargo, no creo que El General Franco pretendiera eso. Hay cosas incontrolables y que otros usan mal. Son las siempre ratas de sacristías que andan royendo todo lo que encuentran y veleteando al son del que gobierna y manda en el momento.

En ese contexto vine al mundo, allá por el año 1945, un seis de noviembre, no sé si nublado o lluvioso, o, por el contrario, luminoso y claro. Y mi infancia, al margen de los hechos e ignorando todo lo que pasaba al mi alrededor, ya mayor, mi madre, no por ella, sino por oportunos momentos que el diálogo vomita la lava encendida que llevas dentro, fui conociendo el infierno que pasaron mis padres. Sin embargo, todo había pasado y mi casa era una casa pudiente, bien situada y hasta con cierto prestigio dentro del pueblo.

Mi infancia transcurrió muy normal Un niño muy cuidado, con señorita de cuida, sirvienta para más claridad, o asistenta de hogar como hoy se les llama, para llevarme de paseo al parque. Colegios privados, lo que había en mi pueblo de Arrecife, y bachiller. Luego vendría el terminar Magisterio y... no interesa mucho, ni viene al caso hablar de mí. Lo que sí interesa es poner de manifiesto que ese era el común denominador de casi todas las familias: había prosperidad, paz, respeto y la vida era encantadora.

Cierto es que para todos no era igual. Había pobreza y quienes no le había ido bien del todo. Algunos pasaban hambre y otros trabajos duros para poder comer. Igual pasa hoy. Sin embargo, el que trabajaba y se afanaba podía prosperar. ¡Y había trabajo! Todos eran respetados y se podía dormir con las puertas de casa abiertas. Había conciencia del honor; la palabra era la voz de alguien que ponía su vida por delante antes de faltar a ella, y se cumplía. En el ambiente flotaba el sentimiento que, más que la ley, era la palabra pronunciada y cumplida. Era hermoso comprobar a aquellos hombres sellar un pacto y cumplirlos. Se podía dormir a piernas sueltas.

Era lo dominante, con las siempre excepciones que confirman la regla. Se respiraba tranquilidad y respeto. Y todos, los de un pensamiento u otro, los de una ideología u otra; los que querían alzar su voz y los que callaban, todos, eran respetados, estudiaban, tenían sus derechos y vivían bastante bien y en paz. Bailaban, disfrutaban de la vida, se enamoraban y formaban sus familias.

Esa fue mi niñez, adolescencia y juventud. Sé que muchos respiraban venganza y deseos de alzar la voz para proclamar sus ideologías y sus pensamientos; sé que muchos, clandestinamente, hablaban de justicia y libertades; sé que había desconformismo y anidaba en muchos interiormente levantar la voz y clamar libertad y apertura. Sin embargo, confundido y abierto a todo pensaba, como me decía mi querido suegro, que no podíamos quejarnos y que con respeto y diálogo todo se podía arreglar.

Años atrás fue tiempo de migraciones y muchas familias marcharon a Cuba, Venezuela, Brasil...etc, a buscar el pan de sus hijos y matar el hambre. Ahora, se podía vivir en tu tierra y, aún con los problemas de la época, había prosperidad y trabajo. Era el tiempo de las conserveras de sardinas, cuyos calados en África eran ricos en esa especie; era el tiempo de las cebollas y tomates, que se exportaban a Inglaterra. Y, pronto, muy pronto, llegaría el agua, las potabilizadoras, y con ellas el preciado oro llamado turismo. Muchos pasaron a ser señores ricos y millonarios.

Al empezar, puse un (I) al lado del título, y es que sospechaba que esto va a ser largo, creo que ya me he extendido bastante. Me acuerdo de mi querida amiga Hilda, que acostumbra a hacer su post por capítulos, pues yo trataré de hacer lo mismo. Seguiré en otro. Espero, si lo leen vernos dentro de poco. Un abrazo.

4 comentarios:

  1. Muy interesante y felices de que seamos inspiradores de sacar a relucir la verdad y memoria.
    Te felicito y espero que sigas relatando aquello.

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  2. Sigue así. Tanto en España como en Chile, la izquierda tergiverza la historia. Gracias a la red, supe que la Guerra Civil Española no empezó en 1938, sino en 1936, cuando la izquierda no quiso reconocer el triunfo de los partidos de derecha, en aquel entonces.

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  3. Espero contar la experiencia de mi vivencia y de ellas, mi opiniñon al respecto. Gracias por tu interés y comprensión.
    Un abrazo y que la Navidad nos llene de esperanza y deseos de vivenciar nuestra verdad desde la fe.

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  4. Lamentablemente, Javier, la verdad es esa. No se cuenta sino lo que interesa y se esconde todo lo que vaya contra mi imagen y la verdad. Eso demuestra que lo que se busca no es el interés común. Y me refiero a todos, derecha e izquierda, porque no podemos ignorar que unos y otros han errados, hasta nuestra propia Iglesia. La diferencia es reconocerlo, levantarse y volver a empezar mirando atrás para no volver a caer en lo mismo. Es decir, rectificar y perdonar. Esa es la diferencia de nuestra Santa Madre la Iglesia.
    Un abrazo y que la Navidad sea una oportunidad para renacer de nuevo nuestra esperanza de buscar, en JESÚS, la Verdad.

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