lunes, 20 de octubre de 2008

SOMOS COMO UNA PLANTA: O NOS MARCHITAMOS O CRECEMOS, PERO ES IMPOSIBLE SEGUIR IGUAL. ¿QUÉ ES LO QUE PREFIERES?







La vida es el periodo de tiempo, corto, que tenemos para decidir nuestra eternidad, y para amar. Cada día mueren millones de personas, un día será el tuyo y el mío. Un día todo esto habrá acabado y tenemos en nuestras manos que ese día sea el mejor de nuestra vida. Hemos de trabajar sin descanso, pensando en el día que todo será descanso. Puede que la idea del cielo no nos incentive demasiado, que prefiramos un premio terrenal, que creamos que el cielo es una levitación aburrida..., no desconfiemos, cuentan de aquel pobre vagabundo que pidió a un rey una moneda y éste le miró con cariño y le lavó, le vistió con las mejores galas y lo llevó a palacio. No nos quedemos con la moneda de la felicidad terrenal, confiemos en nuestro Rey que mirándonos con amor nos dará muy por encima de lo que pidamos e imaginemos. Todo lo que deseamos y mucho más está en el cielo, pues ¡vamos a llenarlo!, vamos a dedicar nuestra vida a hacer felices a los hombres, a llevarles al cielo.

Hoy puede ser un punto de partida en que tome nuevas decisiones. ¿Qué escojo ahora? ¿Cómo reparo los errores del ayer? El tesoro de la libertad sigue en pie, a pesar de nuestros fallos. Puedo iniciar un nuevo camino, puedo cambiar de táctica (aunque lo pasado quede fijo, inmodificable).

Sobre todo, comprometido con mi compromiso de Bautismo, puedo rezarle a DIOS, pedirle luz y consejo. Pedirle, sobre todo, que me enseñe a aceptar SU VOLUNTAD y a acoger su perdón, para vivir los días o los meses que me quedan en esta tierra según la ley del juego más importante: amar a DIOS como DIOS nos amado.

Se hace vigente y actual el pensamiento Paulino: "considero todas las cosas como una pérdida, comparadas con la excelencia del conocimiento de CRISTO JESÚS, mi SEÑOR; y las tengo todas por pura basura a cambio de ganar a CRISTO (Flp 3, 8).

Es el momento de elegir el camino y, aunque aparentemente parecen muchos, sólo hay dos: el angosto y el ancho. Por nuestra propia experiencia nos sabemos inclinados a escoger el ancho, pues nos promete un horizonte más atractivo a simple vista, pero también experimentamos que detrás del sabor dulce aparece el amargo, el vacío y la insatisfacción de sentirnos perdidos y confundidos en una insaciable carrera de satisfacciones.

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