miércoles, 15 de octubre de 2008

LA PÁRABOLA DE LOS VIÑADORES














Me pregunto cuanto podemos tener de viñadores homicida nosotros, por cuanto no aceptamos administrar la viña que hemos recibido. ¿En qué actitud estamos en cuanto rechazamos lo que el Viñador nos reclama de lo contratado?



¿Somos de los que no admitimos componendas, ni exigencias, ni explicaciones, ni rendimientos de cuentas de aquellos que nos interpelan, nos testimonian y nos, con su ejemplo y vida, advierten de guardarnos lo que no nos pertenece, y nos apropiamos de lo que no se nos ha dado solamente para nuestro propio bien?



¿Estamos en el grupo de los que, a lo mejor, a algún personaje cualificado y preparado, enviado por el Señor de la Viña, le atendemos y le aceptamos sus sugerencia, pero no soltamos prenda alguna, ni cambiamos de parecer, ni de actitud ante sus advertencias y exigencias?



¿O estamos en el grupo que no escuchamos ni a unos u otros, y quitamos del medio a todo aquel que se acerca a nuestra viña, tomada como propia, llegando incluso a matarlos si es preciso? Nuestro camino y conducta nos puede ir señalando en que actitud nos podemos encontrar ante tal respuesta a la exigencia de responder sobre lo que nos ha sido dado.



Finalmente, nuestra actitud llega a tal punto que, ofuscado por nuestros propios egoísmos y avaricia, no reconocemos ni al Hijo del Señor y no sólo lo rechazamos, sino que a este, el Hijo, lo matamos creyendo que con esto todo será nuestro y para nuestro provecho.



Y claro, hay muchas viñas poseídas sin ningún título, ni documento que lo acredite, pero expedientadas por derecho propio según nuestro egoísmo y valía. He, por mis cualidades naturales, también recibidas del Señor de la Viña, tomado todo lo que mi interés personal y egoísmo propio me ha sugerido. Sin importarme nada los demás, ni lo que diga el Viñador. Sólo ha primado mi bien, egoísmo, ignorando todo lo que haya al mi alrededor.



Y esto no es algo lejano, suena muy cerca, y en estos momentos de incertidumbre e inestabilidad la Viña, al parecer, está asaltada y despropiada para muchos. No hay cosecha, ni trabajo; menos hay para pagar una vivienda y proveernos de lo que necesitamos para vivir; cunde el pánico y aumenta el pillaje y el asalto a lo ajeno; llegan multitud de voces que reclaman su sitio en la viña y su correspondiente frutos; nace el caos, la confusión y la anarquía.



Gritan, aún los que no han venido todavía: no tienen voz, están a merced de lo que decidan los demás, están en un lugar mitad cárcel, mitad corredor de la muerte, mitad vida, pero con todo el derecho a ella y, a muchos le es negada. ¿Quienes ha decidido convertir la casa que me ha preparado el Señor de la Viña en casa de muerte cuando fue creada para dar sólo vida? Vuelven los viñadores a matar por quedarse con todo.



Se puede hablar más claro; se pueden decir las cosas más explícitas y concretas para que todo funcione bien. El Señor de la Viña dejó todo muy claro y bien atado. Se preocupó de dejar una viña fértil y en muy buen estado; una Viña grande y con cabida para todos; una Viña rica y con frutos abundante para todos, pero "todos" la estamos desaprovechando y administrándola mal.



Nadie podrá responderle, porque no hay respuesta: los hombres ya han dicho la suya, y no vale; sólo queda la esperanza de reconocerle como dueño y SEÑOR de la Viña y seguirle según sus mandatos. Todo será entonces diferente y bueno para todos.



Pero aparecen los señores propietarios, otros usurpadores de la Viña del Señor, y, auto proclamándose dueños y señores, establecen soluciones; prometen mejoras que no pueden prometer; inyectan ganancias que no son suyas, obtenidas con el trabajo de los que vendimian, y reclaman serenidad, tranquilidad y paciencia, pero la viña sigue en su poder y los frutos no se reparten sino como ellos quieran.



Supongo que estamos viendo que esa es nuestra propia realidad de ahora mismo. ¿Donde están los frutos de la Viña de mi PADRE? Y si no están, ¿que han hecho con ellos? ¿Las soluciones son solo para los importantes, para los que manejan, en el medio, la riqueza de los viñadores apropiadores de lo que no es suyo? Las ayudas son sólo para los mejores colocados y para los ya poderosos?



¿Y lo de los pequeños, de los que han caído en el camino? ¿Y de las pequeñitas viñas, más bien huertitos, que se ven aniquiladas en medio de esta tormenta antinatural provocada por el egoísmos de los viñadores? ¡Y de sus trabajadores y familias?



¿No estaremos desoyendo a los enviados por el Señor, dueño de la Viña, que nos reclaman y exigen los frutos de la cosecha? Hoy, quice de octubre, día de Santa Teresa se me ocurre, tomando de laudes, el himno sacado de su propia interpelación, las siguientes preguntas:


Vuestra soy, pues me criasteis; vuestra, pues me redimisteis; vuestra, pues que me sufristeis; vuestra, pues que me llamasteis; vuestra, porque me esperasteis; vuestra, pues no me perdí; ¡Qué madáis hacer de mí?


Si quereis que esté holgando, quiero por amor holgar; si me manadáis trabajar, morir quiero trabajando: decid, dulce AMOR, decid: ¿Qué mandáis hacer de mí?


2 comentarios:

  1. ¿No estaremos desoyendo a los enviados por el Señor, dueño de la Viña, que nos reclaman y exigen los frutos de la cosecha?
    De verdad que esta frase que pones en tu entrada hace pensar, como nos portamos con los demás?
    Un abrazo

    ResponderEliminar
  2. Gracias Icue, es reconfortante experimentar como el ESPÍRITU nos ilumina a través de todos. Tu apreciación me anima a ser más responsable; a ser más despegado y a proclamar como Pablo: todo lo estimo basura a cambio de ganar a CRISTO. Un abrazo en CRISTO.

    ResponderEliminar

Compartir es esforzarnos en conocernos, y conociéndonos podemos querernos un poco más.

Tu comentario se hace importante y necesario.