domingo, 13 de julio de 2008

SALMO 64, 10-14


10 TÚ, cuidas de la tierra, la riegas

y la enriquece sin medida;

la acequia de DIOS va llena de agua;

prepara los trigales:

11 riegas los surcos, igualas los terrones,

tu llovizna los deja mullidos,

bendices sus brotes;

12 coronas el año con tus bienes,

tus carriles rezuman abundancia;

13 rezuma los pastos del páramo,

y las colinas se orlan de alegría;

14 las praderas se cubren de rebaños,

y los valles se visten de mieses

que aclaman y cantan.


Tu acequia, SEÑOR, la llenan tantas vidas de hombres y mujeres que han vivido en plenitud. Son los santos. Tu acequia se ensancha con María, la llena de Gracia. Y tu acequia queda desbordada con la vida de tu HIJO JESÚS de cuya plenitud todos hemos participado.


Una acequia maravillosa llena de fe, de esperanza, de amor. En esta acequia quiero sumergirme. Por esta corriente yo quiero ser arrastrado.


Lo mío, SEÑOR, es lo mezquino. Lo tuyo la sin medida. Yo todo lo mido, todo lo cuento, todo lo calculo. TÚ te das del todo. Eres un derrochador, un despilfarrador. ¿Cuándo, SEÑOR, me entregaré del todo? ¿Cuándo sabré y aprenderé a perder mi vida para salvarla? ¿Cuándo me fiaré plenamente de TI? Y... ¿cuándo será ese cuando?


¿Sé alabar a DIOS... darle gracias... decirle a boca llena que estoy contento y feliz con ÉL?


La oración con ese DIOS tan grande e inmenso... ¿me impide dedicarme a las cosas más pequeñas de cada día y a los detalles con mis hermanos(as)?


¿Caigo en la cuenta de que la Creación es una bonita escuela de teología? En mis grupos de apostolado, ¿les enseño a descubrir a DIOS en la naturaleza?


Recogido del libro "canten al SEÑOR un cántico nuevo" de Raúl Romero López.

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